jueves, 5 de julio de 2012



Sencillez.

Es la virtud por la cual empezamos a comprender el lenguaje oculto de la Vida y nos damos cuenta de que cuanto más complejo es el ego más sofisticadas son las creencias, y cuanto más fuerte es la demanda de experiencias y deseos, más apartada se encuentra la realidad. La sencillez es el camino del abandono.
Muchas personas valoran las formas externas de la sencillez, como son las pocas posesiones, pero esto no es sencillez. Creen que la sencillez es tener sólo un taparrabos y desean poseer los signos externos de la sencillez. Pero eso es un engaño fácil. Aunque en lo externo parezcamos muy sencillos en nuestro interior somos prisioneros. Somos esclavos de innumerables móviles: deseos, apetitos, ideales, etc. Y es preciso ser libres para que surja la sencillez.


No es una persona sencilla la que piensa en recompensas y en temores, la que está cargada de conocimientos y de creencias, la que se identifica y se entretiene con la música, los ritos, Dios o las mujeres. Tampoco es sencillez la búsqueda de lo esencial y el rechazo de lo que no los es. Esto significaría un proceso de opción de la mente, y toda opción de la mente se basa en el deseo, y así lo que llamamos esencial es lo que nos brinda satisfacción y placer. La mente por sí sola produce confusión y su elección también lo es. La opción entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez, sino un conflicto, y la mente confusa que se encuentra en conflicto nunca puede ser sencilla.
Por eso la persona espiritual no es, en realidad, la que viste una túnica o la que ha hecho votos, sino aquella que es interiormente sencilla, aquella que no está "transformándose" en algo. Una persona espiritual es capaz de una extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo, no va en pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de recibir a Dios, a la Verdad o como nos plazca llamarlo. Sólo entonces puede haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, sino que es la expresión de la realidad.


La sencillez combina la dulzura y la sabiduría. Es claridad en la mente e intelecto, ya que surge del alma. Las personas sencillas están libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños; su intelecto es agudo y despierto. La sencillez invoca a la intuición, al discernimiento y a la empatía para crear pensamientos espirituales.
Es sorprendente el deseo de alardear ante los demás, de ser alguien. La envidia es odio y la vanidad corrompe. Parece difícil y arduo ser sencillo, ser lo que somos y no presumir, ser lo que somos sin tratar de llegar a ser esto o aquello. Siempre podemos aparentar, ponernos una máscara, pero ser “lo que se es” constituye una cuestión muy compleja, porque siempre estamos cambiando, nunca somos los mismos y cada instante nos revela una nueva faceta, una nueva profundidad. No es posible ser en un instante otra cosa que uno mismo, porque cada instante conlleva su propio cambio. De modo que si somos al menos un poco inteligentes renunciaremos a ser esto o aquello.

Si no somos sencillos no podemos ser sensibles a los árboles, a los pájaros, a las montañas, al viento, a todas las cosas que existen en el mundo que nos rodea. Sin sencillez no podemos ser sensibles al mensaje interno de las cosas. La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en la mente. Allí tratamos de ser reflexivos e inteligentes, lo cual es sinónimo de religiosidad. Allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la coacción, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a ser sencilla, la imposición no la torna ágil, flexible, rápida, sino que sólo consigue endurecerla. Ser sencillos en todo el proceso de nuestra consciencia es extremadamente arduo. Porque no debe existir ninguna reserva interior, sino que es preciso que estar plenamente presentes para averiguar, para descubrir nuestro comportamiento. Y eso significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia, darnos cuenta de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y liberarnos de todo eso constantemente. Sólo entonces, cuando vivimos espiritualmente, somos realmente sencillos y resolvemos los múltiples problemas que se nos plantean.
Hoy en día la belleza está definida por las industrias de la moda y la estética, propagada por los ricos y los famosos y aceptada por elrebaño. La belleza, sin embargo, no se encuentra sólo en la apariencia. La belleza, en su forma más sencilla, elimina la arrogancia de las ropas caras y del vivir de forma extravagante. Va más allá del rico y del pobre. La sencillez surge al apreciar las pequeñas cosas de la vida que a veces no son visibles ni aparentes para el resto del mundo. Sencillez es apreciar la belleza interna y reconocer el valor de todos los actores, incluso del más pobre o desafortunado. Es considerar que todas las tareas, incluso la más humilde, tienen valor y dignidad.
La sencillez reduce la diferencia entre “lo que tengo” y “lo que me falta”, y eso significa prosperidad para todos los seres humanos, independientemente de donde se encuentren. Cuando de verdad observemos y veamos todas las cosas falsas y los ardides de la mente, cuando observemos eso y lo percibamos muy claramente, entonces sabremos qué es sencillez. La sencillez es la acción que no resulta de una idea, es creatividad, y mientras no haya sencillez somos como polos de atracción para el daño, el sufrimiento y la destrucción.


De la vida espiritual nacen la sensibilidad y la libertad. Cualquier forma de autoridad o coacción, interna o externa, contribuye a la insensibilidad. Ninguna forma de autoridad o de coacción puede conducir a la sencillez, al contrario, cuanto más se reprime, se substituye y se sublima menos sencillez existe, aunque pueda existir cierta apariencia.
Sencillez es la consciencia que dirige una llamada a las personas para que replanteen sus valores y vivan espiritualmente. No se puede buscar ni experimentar, llega como una flor que se abre en el momento justo, cuando se comprende todo el proceso de la existencia y de la propia vida de relación. No se tiene que buscar, surge tan sólo cuando no hay ego, cuando la mente no está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias o en imaginaciones. Sólo una persona espiritual puede ver la Verdad, recibir aquello que es inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.









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